IRREVERSIBLE
RESUMEN
Marcus y su amigo Pierre recorren desesperadamente un París alejado del ideal romántico que comúnmente se asocia a la Ciudad Luz. La causa del descontrol es muy simple: la venganza tras la violación de Alex, su hermosa pareja. Las heridas que llevan a este punto son irreversibles en todos sentidos... pero la venganza también lo es.
CRITICA
Unos créditos que juegan con tipografía y con el orden temporal habitual nos muestran desde el inicio (en caso de que aún haya dudas después del escándalo que representa la proyección de esta cinta desde su presentación en Cannes) que no hay concesiones: el objetivo es impactar, causar reacciones, conmocionar al espectador y sumergirle en una historia con múltiples lecturas, donde resultarán desde las que están en contra de su proyección, hasta las que la elogiarán como cinta y como una dura lección visual.
¿La causa? Dos secuencias de mucha –mucha- violencia: la violación (nueve minutos con los cuales se puede llegar a llorar, y con los que la gran mayoría enmudece en la sala) y un acto de venganza en el que se destroza una cabeza, literalmente, y donde tampoco se ahorran los detalles.
Con una muestra violenta -en muchos sentidos- que golpea brutalmente los ojos y el alma, y que ofrece una de las primeras medias horas más duras que se han visto jamás, es obvio que se trata de una cinta en la que se requiere saber qué es lo que se verá, y entrar con voluntad de cuestionar y tomar decisiones sobre lo que la pantalla muestra y grita a su manera.
Y es que más allá de la publicidad que anuncia el estreno de “el escándalo” y promueve en el cartel a la escultural Bellucci, la conmoción es real: la cámara marea en sus inicios y el movimiento nos habla de un caos que se vive, de un mundo alterado, de una ruptura, una destrucción total. Aquí la pregunta obvia, y que provoca todos los planteamientos morales y cuestionamientos hacia la cinta, es sobre la forma y no el fondo: ¿se requiere ser así de explícito para transmitir un mensaje de esa magnitud? La decisión es de los espectadores que salen golpeados ante lo que pasa en la historia, pero en lo personal la defiendo, pues la intención es mostrar una pesadilla, un acto crudo, y la única forma, en este caso, de mostrar un dolor real en los personajes y lo que les pasa, y de transmitirlo y ser convincente, es mostrar lo que ocurre, pues el desvío de la cámara equivaldría a girar la mirada para no ver lo que ocurre: no podemos negar las pesadillas y la maldad y el absurdo de la violencia nunca han sido hermosos o poco dolorosos.
Si nos limitamos a lo técnico, la propuesta tiene una valía tremenda: desde una narración en sentido contrario (pero irreversible) hasta una elección musical poderosa (la música de Beethoven mezclada con temas de Thomas Bangalter), pasando por una cámara que tiene vida propia (quizá algo excesiva en ciertos momentos) y una elección de planos secuencia largos que persiguen o se limitan a una estática dolorosa y profunda. La edición es muy trabajada también, y la fotografía está muy cuidada. El director Gaspar Noé, después de su Seul contre tous, noda un pie que continúa en donde la otra terminó: el diálogo sobre la relación incestuosa que sirve de ubicación del dilema a las puertas del bar gay es la ilación y un detalle digno de mención ya que habla de un deseo de conmocionar, muy en su estilo.
La propuesta de Noé, y que se muestra en toda su extensión como moraleja, es simple: el tiempo lo destruye todo. No soy necesariamente un partidario de esa idea, pero lo que el director ha logrado con esta obra es digno de todos los créditos: nadie ha dicho nunca que la realidad de la maldad y el absurdo de la violencia son algo grato. Si le creo al director, la verdad es que la premisa parece demasiado absoluta, y mi lectura no es como para creer en eso: somos los humanos y nuestras decisiones los que terminamos y destruimos, si eso es lo que nos proponemos, pero –afortunadamente- la decisión es nuestra, y el tiempo a veces es enemigo pero siempre sigue su curso a partir de nuestras decisiones. (Y basta de reflexiones, pues el tema da para mucho y queda fuera de los alcances de esta reseña).
El morbo de un Vicent Cassel y una Mónica Bellucci en escenas de cama y como estelares (se rodó cuando aún eran pareja) ayuda –innegablemente- a la difusión de este proyecto (la verdad es que con estelares de poco nombre no muchos se atreverían a verla, y es sabido que la hermosa Mónica es un imán de testosterona, uno de los mercados principales debido a la dureza de la propuesta, y aquí las reflexiones se prestan a muchas ideas: ¿es más dolorosa la violación cuando ocurre a una mujer así de hermosa? Lo menciono porque el violador juega con esa idea: la burguesa y hermosa que se merece el castigo de una clase social golpeada. La base social no es en si algo asociado al dolor, pero es innegable que se juega con la idea: las fiestas con droga, al menos en ese estilo de fiestas y de ese estilo de drogas, requieren dinero y, por los vestuarios y el contexto, podemos ver que se trata de gente que trabaja y que tiene más oportunidades que otros. El juego social es otro elemento de análisis les queda como tarea el encontrar los juegos propuestos, la idea de juzgar la belleza como detonador se prestará a miles de discusiones también.
En esta temática, las ideas que sí pueden cuestionarse es la idea de un bar gay como fondo, pues el detalle es en parte pretexto para golpear con escenas de un sitio al que no muchos desearán entrar, pero que viene un tanto excesivo como idea: el sitio puedo haber sido cualquier otro, lo que no puede decirse del resto de la historia. La parte del embarazo como añadido también es un elemento que muchos cuestionarán, pues la idea de estabilidad rota ya está propuesta sin necesidad de agregar ese juego (lo que no puede decirse, por ejemplo, del triángulo de la ex-pareja de Alex, que sí es un elemento que añade mucho a la narración).
¿La moraleja? Les toca extraerla, pero es obvio que las decisiones de vida son parte de una vida. Si han perdido alguna pareja por alguna elección (que ahora afirman como) mal tomada, saben de lo que hablo.
La cinta debe verse, por muchas causas, y esta columna es una defensora de su proyección y de su difusión. Si el miedo es fomentar odio o nutrir lo malo de los seres humanos, créanme que si hay gente lo suficientemente loca como para motivarse o ver otro tema en vez de ver el dolor, no necesitará de cintas como ésta (ni como ésta ni de ningún tipo) para sacar conclusiones y, por tanto, la proyección no tendrá esa función.
¿Mi respuesta ante lo que se ve? Lloré en la violación y salí emocionalmente triste
CRITICA
Unos créditos que juegan con tipografía y con el orden temporal habitual nos muestran desde el inicio (en caso de que aún haya dudas después del escándalo que representa la proyección de esta cinta desde su presentación en Cannes) que no hay concesiones: el objetivo es impactar, causar reacciones, conmocionar al espectador y sumergirle en una historia con múltiples lecturas, donde resultarán desde las que están en contra de su proyección, hasta las que la elogiarán como cinta y como una dura lección visual.
¿La causa? Dos secuencias de mucha –mucha- violencia: la violación (nueve minutos con los cuales se puede llegar a llorar, y con los que la gran mayoría enmudece en la sala) y un acto de venganza en el que se destroza una cabeza, literalmente, y donde tampoco se ahorran los detalles.
Con una muestra violenta -en muchos sentidos- que golpea brutalmente los ojos y el alma, y que ofrece una de las primeras medias horas más duras que se han visto jamás, es obvio que se trata de una cinta en la que se requiere saber qué es lo que se verá, y entrar con voluntad de cuestionar y tomar decisiones sobre lo que la pantalla muestra y grita a su manera.
Y es que más allá de la publicidad que anuncia el estreno de “el escándalo” y promueve en el cartel a la escultural Bellucci, la conmoción es real: la cámara marea en sus inicios y el movimiento nos habla de un caos que se vive, de un mundo alterado, de una ruptura, una destrucción total. Aquí la pregunta obvia, y que provoca todos los planteamientos morales y cuestionamientos hacia la cinta, es sobre la forma y no el fondo: ¿se requiere ser así de explícito para transmitir un mensaje de esa magnitud? La decisión es de los espectadores que salen golpeados ante lo que pasa en la historia, pero en lo personal la defiendo, pues la intención es mostrar una pesadilla, un acto crudo, y la única forma, en este caso, de mostrar un dolor real en los personajes y lo que les pasa, y de transmitirlo y ser convincente, es mostrar lo que ocurre, pues el desvío de la cámara equivaldría a girar la mirada para no ver lo que ocurre: no podemos negar las pesadillas y la maldad y el absurdo de la violencia nunca han sido hermosos o poco dolorosos.
Si nos limitamos a lo técnico, la propuesta tiene una valía tremenda: desde una narración en sentido contrario (pero irreversible) hasta una elección musical poderosa (la música de Beethoven mezclada con temas de Thomas Bangalter), pasando por una cámara que tiene vida propia (quizá algo excesiva en ciertos momentos) y una elección de planos secuencia largos que persiguen o se limitan a una estática dolorosa y profunda. La edición es muy trabajada también, y la fotografía está muy cuidada. El director Gaspar Noé, después de su Seul contre tous, noda un pie que continúa en donde la otra terminó: el diálogo sobre la relación incestuosa que sirve de ubicación del dilema a las puertas del bar gay es la ilación y un detalle digno de mención ya que habla de un deseo de conmocionar, muy en su estilo.
La propuesta de Noé, y que se muestra en toda su extensión como moraleja, es simple: el tiempo lo destruye todo. No soy necesariamente un partidario de esa idea, pero lo que el director ha logrado con esta obra es digno de todos los créditos: nadie ha dicho nunca que la realidad de la maldad y el absurdo de la violencia son algo grato. Si le creo al director, la verdad es que la premisa parece demasiado absoluta, y mi lectura no es como para creer en eso: somos los humanos y nuestras decisiones los que terminamos y destruimos, si eso es lo que nos proponemos, pero –afortunadamente- la decisión es nuestra, y el tiempo a veces es enemigo pero siempre sigue su curso a partir de nuestras decisiones. (Y basta de reflexiones, pues el tema da para mucho y queda fuera de los alcances de esta reseña).
El morbo de un Vicent Cassel y una Mónica Bellucci en escenas de cama y como estelares (se rodó cuando aún eran pareja) ayuda –innegablemente- a la difusión de este proyecto (la verdad es que con estelares de poco nombre no muchos se atreverían a verla, y es sabido que la hermosa Mónica es un imán de testosterona, uno de los mercados principales debido a la dureza de la propuesta, y aquí las reflexiones se prestan a muchas ideas: ¿es más dolorosa la violación cuando ocurre a una mujer así de hermosa? Lo menciono porque el violador juega con esa idea: la burguesa y hermosa que se merece el castigo de una clase social golpeada. La base social no es en si algo asociado al dolor, pero es innegable que se juega con la idea: las fiestas con droga, al menos en ese estilo de fiestas y de ese estilo de drogas, requieren dinero y, por los vestuarios y el contexto, podemos ver que se trata de gente que trabaja y que tiene más oportunidades que otros. El juego social es otro elemento de análisis les queda como tarea el encontrar los juegos propuestos, la idea de juzgar la belleza como detonador se prestará a miles de discusiones también.
En esta temática, las ideas que sí pueden cuestionarse es la idea de un bar gay como fondo, pues el detalle es en parte pretexto para golpear con escenas de un sitio al que no muchos desearán entrar, pero que viene un tanto excesivo como idea: el sitio puedo haber sido cualquier otro, lo que no puede decirse del resto de la historia. La parte del embarazo como añadido también es un elemento que muchos cuestionarán, pues la idea de estabilidad rota ya está propuesta sin necesidad de agregar ese juego (lo que no puede decirse, por ejemplo, del triángulo de la ex-pareja de Alex, que sí es un elemento que añade mucho a la narración).
¿La moraleja? Les toca extraerla, pero es obvio que las decisiones de vida son parte de una vida. Si han perdido alguna pareja por alguna elección (que ahora afirman como) mal tomada, saben de lo que hablo.
La cinta debe verse, por muchas causas, y esta columna es una defensora de su proyección y de su difusión. Si el miedo es fomentar odio o nutrir lo malo de los seres humanos, créanme que si hay gente lo suficientemente loca como para motivarse o ver otro tema en vez de ver el dolor, no necesitará de cintas como ésta (ni como ésta ni de ningún tipo) para sacar conclusiones y, por tanto, la proyección no tendrá esa función.
¿Mi respuesta ante lo que se ve? Lloré en la violación y salí emocionalmente triste
No hay comentarios:
Publicar un comentario